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El Día Mundial de la Prevención del Suicidio busca crear consciencia sobre una de las causas de muerte más comunes en el mundo.
El Día Mundial de la Prevención del Suicidio, celebrado cada 10 de septiembre, brinda un espacio más que necesario para discutir el suicidio como un fenómeno contra el que se debe luchar. En todos los ámbitos, ya sea institucional, escolar, universitario u organizacional, la salud mental debe ser una prioridad, puesto que la vida es invaluable. Si quieres saber más sobre esto, ¡sigue leyendo!
En lo que sigue, comentaremos la importancia de la prevención del suicidio, los aspectos más importantes para identificar las señales de alerta y cómo actuar ante situaciones de riesgo. Asimismo, te presentamos las mejores opciones formativas en modalidad 100 % online de mano de Euroinnova. ¡Quédate para saber más!
El suicidio es un problema de salud pública presente en todo el mundo que afecta a personas de cualquier edad, género, cultura o nacionalidad. Se trata de un fenómeno asociado a la salud mental cuya ocurrencia –si bien ha disminuido a nivel mundial– ha incrementado en la región de las Américas desde el año 2000.
Precisamente, la OPS y la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalan que solo en 2019 cerca de 97 000 personas perdieron la vida a causa del suicidio en esta región. Asimismo, mencionan que en América del Norte la tasa es mayor que en los países de la región Andina, lo que podría deberse, según estos organismos, a diferencias socioculturales.
Por su parte, de la cifra antes mencionada, el 79 % de casos está asociado a los hombres, lo que da cuenta de la necesidad de un enfoque integral –género, desempleo, acceso a servicios de salud, consumo de sustancias, violencia, entre otros– para establecer medidas efectivas que conduzcan a la disminución de los casos tanto en hombres como en mujeres.
El Día Mundial de la Prevención del Suicidio resalta la importancia de conocer estas cifras para sensibilizar a la población sobre la importancia del cuidado de la salud mental. Las campañas organizadas por los organismos internacionales y las instituciones estatales buscan, entonces, acercarse a las personas para formarlas en torno a la identificación de señales de alerta, cómo actuar ante los pensamientos de suicidio (propios o de un allegado) y la intervención en las poblaciones más vulnerables, entre ellos, los jóvenes.
Es importante conocer cuáles son las principales señales de riesgo que podrían indicar la tendencia de una persona hacia el suicidio. Aunque cada caso es particular, el reconocimiento de cada uno de los siguientes factores puede ser determinante para tomar medidas de acción y prevención del suicidio.
Una de las señales de alerta más comunes es el aislamiento social. Las personas que consideran el suicidio suelen alejarse de sus seres queridos (familiares, amigos, pareja), de tal manera que evitan el contacto y las actividades que antes solían disfrutar con ellos.
Los pensamientos persistentes sobre la muerte, la desesperanza o la falta de propósito en la vida pueden indicar un riesgo elevado de suicidio.
La incapacidad para realizar tareas diarias con normalidad, como trabajar o estudiar, puede ser una señal de que algo no está bien en lo que respecta a la salud mental de la persona.
Como se ha mencionado, sentimientos intensos de desesperanza, creer que las cosas nunca mejorarán o que no hay solución a los problemas pueden ser indicativos de que la persona puede desarrollar o tener ya pensamientos suicidas.
El llanto frecuente o inexplicable puede ser una manifestación de dolor emocional profundo.
Los cambios drásticos en el comportamiento, como el abuso de sustancias, la toma de riesgos innecesarios o la autolesión pueden ser señales de alerta.
Junto con las señales antes mencionadas, también es fundamental conocer la manera en la que se debe actuar para brindar apoyo efectivo a quienes se encuentra en una situación de vulnerabilidad ante el suicidio. Se consideran, al menos, cinco acciones, las cuales se detallan a continuación:
La comunicación abierta y sin prejuicios es más que importante. Por esta razón, se recomienda brindar un ambiente en el que la persona se sienta cómoda para compartir sus sentimientos, preocupaciones y pensamientos. La escucha activa, en este sentido, puede ser el primer paso para pedir ayuda profesional. Además, el apoyo de los círculos más cercanos contribuye con una mayor sensación de acompañamiento y comprensión. En definitiva, no se está solo o sola.
Las situaciones de crisis pueden surgir en cualquier momento, por lo que es importante que no haya acceso a objetos punzocortantes, medicamentos no prescritos, armas de fuego o cualquier otro objeto que pueda ser utilizado para la autolesión. Se debe considerar esto, sobre todo, si hubo intentos de suicidio.
La validación emocional es fundamental cuando una persona siente desesperanza o ha tenido pensamientos suicidas. Al reconocer los sentimientos y pensamientos de quien padece, se envía un mensaje potente que puede marcar la diferencia: tales emociones son legítimas y, principalmente, no se está solo en la lucha del día a día. La compañía brinda seguridad y confort.
Hay diversos servicios y recursos para afrontar situaciones de emergencia, ya sea tras pensamientos recurrentes de suicidio o haberlo intentado en una o más ocasiones. Las líneas nacionales de prevención del suicidio, los centros de salud mental y los terapeutas especializados pueden brindar apoyo y orientación.
Es importante, asimismo, mantener canales de comunicación a través de los cuales se pueda monitorear constantemente a quien necesita apoyo. El contacto regular, a través de llamadas, mensajes o visitas, no solo brinda sensación de acompañamiento, sino también la certeza de que se tiene en quien confiar.
Los adolescentes y jóvenes forman parte de un grupo poblacional altamente vulnerable que experimenta cambios en los niveles físico, social y emocional. Se trata de una etapa de transición hacia la adultez que presenta diversos retos en torno a la salud mental y, por lo tanto, a la aparición de pensamientos suicidas. En lo que sigue, se presentan algunos consejos para abordar el problema del suicidio en este grupo poblacional.
Es esencial comprender que los jóvenes pueden no expresar sus sentimientos y preocupaciones de la misma manera que los adultos. Cambios en el rendimiento académico, aislamiento social, alteraciones en el sueño o apetito, y comportamientos autodestructivos pueden ser indicativos de problemas que deben ser atendidos con prontitud.
Fomentar un ambiente en el que los jóvenes se sientan cómodos hablando sobre sus emociones y desafíos es importante. Las escuelas e instituciones educativas –entre ellas, las universidades y centros de formación profesional– deben integrar programas de bienestar y salud mental.
Ante la primera señar de alarma es vital para buscar ayuda profesional. Los psicólogos pueden ofrecer orientación y recursos adecuados para gestionar el malestar.
La educación sobre la prevención del suicidio debe ser una prioridad. Los jóvenes, sus familias y educadores deben estar informados sobre los signos de alerta y cómo actuar ante ellos.
Al ser la recuperación un proceso que puede extenderse durante mucho tiempo, mantener un sistema de apoyo sólido, ya sea a través de terapia, grupos de apoyo o redes familiares, es esencial para garantizar el bienestar a largo plazo de los jóvenes.
Las campañas para la prevención del suicidio desempeñan un rol fundamental en la concientización y educación de la sociedad sobre esta problemática. Estas iniciativas no solo buscan reducir las cifras alarmantes de suicidios, sino también eliminar el estigma asociado a la salud mental y promover la búsqueda de ayuda. A continuación, se detalla la relevancia de estas campañas:
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